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Andrés Duque ens torna a delectar amb una de les seves inimitables experiències cinematogràfiques. Un viatge lliure per la poca explorada nació Carèlia, entre seva gent i la seva memòria.
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Andrés Duque ens torna a delectar amb una de les seves inimitables experiències cinematogràfiques. Un viatge lliure per la poca explorada nació Carèlia, entre seva gent i la seva memòria.
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Andrés Duque nos vuelve a deleitar con una de sus inimitables experiencias cinematográficas. Un viaje libre por la poca explorada nación carelia, entre su gente y su memoria.
Oleg y las raras artes es la última película del realizador de origen venezolano afincado en Barcelona Andrés Duque, de quien conocemos una amplia y muy independiente filmografía, desde retratos como Ivan Z hasta películas diarísticas como Ensayo final para utopía, siempre en los límites del documental y la experimentación. Se estrena en España en el festival Punto de Vista 2016.
Primera entrega de una serie dedicada a algunas de las últimas obras de James Benning, que desde su salto al digital con Ruhr ha firmado casi dos decenas de títulos en apenas cuatro años. Nos centraremos en esta ocasión en The War, un cuerpo extraño dentro de la extensa filmografía de un cineasta reconocido principalmente por su trabajo sobre el paisaje.
El autor del texto reflexiona, a partir del documental Donde vuelan los cóndores del chileno Carlos Klein, basado en el seguimiento de la realización del último largometraje de Kossakovsky, sobre la independencia y la ética de la producción de cine documental hoy en día, y como se refleja esta cuestión en la creación final de las películas.
Winter, go away! es un film colectivo filmado por un grupo de estudiantes rusos que, en un estilo clásico de “cinema direct”, constatan la resistencia social ante el tiránico gobierno de Putin. El documental fue estrenado en el pasado festival de Locarno.
Viktor Kossakovsky es un constante inventor de dispositivos, en algunos casos sumamente evocadores. En su última película, no obstante, este es tan potente que su resultado se parece más a una ecuación que a un film documental.
Lirismo y virtuosismo técnico. Sobre estos dos ejes pivota una obra dirigida por Mikhail Kaufman, el hermano mayor Dziga Vertov, que guarda concomitancias con El hombre de la cámara, filme del que fue camarógrafo.
Mijail Kalatozov, cineasta georgiano, estuvo profundamente comprometido con la utopía revolucionaria soviética, y fruto de su esfuerzo por contribuir a esta causa surgió Sal para Svanetia (1930), film depositario de un doble mecanismo cinematográfico, que oscila entre un registro de la desabrida realidad en Svanetia y una recreación, elaborada y sofisticada, de la misma, donde los habitantes representan un papel.
El documental como disciplina requiere por lo menos ser consciente de sus posibles efectos en la porción de mundo que penetra, al trabajar, por ejemplo, con personas como personajes y no con profesionales, ha tenido con el tiempo que aprender a lidiar con las cuestiones de la ética. Siempre me llamó la atención en instancias de diálogo con directores de cine documental, las constantes evasivas respecto a la retribución que les daban a las personas que convertidos en personajes trabajaban con ellos.
El deslavazado aspecto formal de Tempo di viaggio es engañoso. Bajo ese disfraz de mendigo, se encuentran algunas de las reflexiones más sugerentes de toda la filmografía de Andrei Tarkovsky.
La temporada de invierno del Xcéntric dedicó una de sus sesiones a ahondar en la tradición rusa por filmar el arte y dialogar con las representaciones artísticas. Bajo el título El arte, el mundo: otros films rusos y soviéticos (1966-1996) se proyectaron obras de Pavel Kogan, Aleksander Sokurov, Sergei Paradjanov y Herz Franz, mostrando desde distintas percepciones la pasión de estos cineastas por la creación artística.
En estas pocas secuencias emerge de las profundidades de este Réquiem fílmico, la condición elegíaca del cine de Alexander Sokurov, y con ésta los fundamentos subyacentes en su obra venidera: la poética de la ausencia, la nostalgia, la melancolía, la caída inexorable del tiempo, la sublimación del dolor y, por encima de todos, la muerte inextricablemente entrelazada con la vida, y desgajada de cualquier concepción mórbida.